En el siglo XIX, las armas de fuego empezaban a tener un desarrollo mayor gracias a la revolución industrial y su consabida innovación tecnológica, además de estar en auge los duelos de pistolas entre caballeros. Para cargar dichas armas de fuego se necesitaba echar un poco de pólvora para que esta hiciera su trabajo, de igual manera que se realizaba con cañones y demás maquinaria industrial.
La pólvora tenía que sufrir un proceso de granulación antes de poder usarse para abastecer las armas y la maquinaria de demolición. Estos artefactos que granulaban la pólvora eran denominados molinos o ‘rompedores’. Así, desmenuzaban la pólvora con una técnica que duró durante décadas.
En concreto, un molino de los mencionados se conserva en España y fue construido en 1890 en Birmingham. Su estructura se distingue a primera vista, por sus claros componentes góticos. La historia de este molino arranca con su construcción por la empresa Taylor, tras la cual el ejército español lo compró y así pudo abastecer de pólvora a la Armada y parte del cuerpo de artillería. Lo más asombroso es que esta maquinaria sirvió al ejército hasta la década de 1970.
Hoy en día ya no se usan estos ‘molinos’, pues la pólvora se granula actualmente con un dispositivo denominado Trickler, un aparato que consigue dosificar el propelente granito a granito para poder ajustar de esta manera las cargas una a una. Suele usarse para colocar las cargas para pruebas de precisión.
Ahora se pueden realizar recambios de la maquinaria en menor tiempo que antes, ya que los dispositivos son más fáciles de manejar y el progreso de la ingeniería es vertiginoso. A pesar de que los ejércitos van renovándose, debido a la situación económica global pocos pueden permitirse tener maquinaria de demolición suficiente para la instrucción de los soldados.
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