Los tiempos están cambiando y, en muchos campos, a una velocidad endiablada. Nadie sabe cómo será el futuro, pero no hay duda de que la innovación tecnológica o tecnología de la innovación y la economía colaborativa serán parte importante del porvenir de manera irremisible, como la maquinaria industrial protagonizó anteriores revoluciones. La crisis, el abaratamiento de la tecnología o la miniaturización contribuyen a ello. La explosión de las APIs, también.
Del impacto de las nuevas tecnologías en la actividad económica (Facebook; Google; los smartphones, cada vez más potentes) se ha hablado mucho. También de la innovación como piedra angular del futuro de los países, las empresas y los trabajadores. La famosa I+D+I (Investigación, Desarrollo e Innovación).
De la economía colaborativa, tal vez, no se hable tanto. ¿Qué es la economía colaborativa? Los ejemplos más palmarios de economía colaborativa son empresas de expansión mundial que usan la nueva tecnología para convertir a las personas, a la vez, en clientes y proveedores. Dos ejemplos claros son Airbnb y Uber. Los primeros convierten a todos los propietarios de casas en gestores de hoteles y les dan la oportunidad de alquilar sus viviendas o disfrutar las de otros, a su conveniencia.
Uber es el servicio de taxis que prescinde de los taxistas profesionales. Cualquier persona cualificada y bien considerada por sus clientes se puede convertir en un profesional del transporte y ofrecer sus servicios a través de esta aplicación y, por supuesto, gracias a internet, el vector que facilita estos servicios.
La destrucción creativa descrita hace décadas por un economista alemán, Joseph Schumpeter, se ha hecho realidad. La innovación, la disrupción, está a la orden del día. La tecnología y la innovación permiten el florecimiento de nuevas empresas con gran facilidad. Su impacto, en un futuro, puede ser la maquinaria de demolición. Las implicaciones de esta revolucionarán hasta los recambios de maquinaria.